No sabía que deambulábamos enteros y que esas mitades que vagan solas son las que nos parten al medio. Al partirnos, una mitad se queda con el peso, en la tierra, va cosida a nosotros. La otra media se eleva y no la recuperamos. No sabía que por eso buscamos mitades que nos complementen, que posean aquello que no tenemos, aquello que se fue al partirnos, lo que no somos y admiramos.
Yo no sabía que puedes enamorarte cada día de un recuerdo, y crear una vida imaginaria a la que aferrarte. No sabía que podía ser fiel a un sentimiento haya o no una persona detrás que lo siga manteniendo. Yo no lo sabía.
Yo no sabía que el desconocimiento no te exime de la culpa, que al decidir marcharte eres culpable y esa carga te pesa por el que dejas. Yo no sabía que dolía tanto herir a alguien por amarlo. Yo no sabía que la soledad a la que tanto recurro acabaría algún día por darme la espalda, pues aquí la tengo a mi lado pero ya no me mira y sonríe, ya no me abraza, ya no me quiere como antes. Yo no sabía que cuando uno se enamora toma conciencia del tiempo y espacio como variables prioritarias aun sabiendo que el ser amado las mantiene constantes.
No, yo no leí sobre eso ni lo escuché antes, yo sabia de sueños, de magias y raíces pero elegidas en forma y tiempo no impuestas sin voluntad. Y no me quejo. Solo quiero que sepa que no lo sabía, porque de haberlo sabido no morirían besos, no se perderían abrazos, no caerían lágrimas... ni se escribirían relatos.
Cristina González