martes, 6 de mayo de 2014

Terciopelo púrpura



Al primer instante de verle pensé "la vida es simplemente demasiado jugosa para no experimentar su inusual sabor" y fue en ese momento cuando vi nuestro futuro como un largometraje de los sesenta, en los que se le daba tiempo a los mínimos detalles, los silencios, y un tocadiscos de fondo haciendo sonar a Percy Sledge con When a man loves a woman.
Nos imaginé bailando en un salón de terciopelo púrpura, mientras entraba una brisa de azahar por el porche. Tenía un nombre particular, como a mi me gusta y esa sonrisa tímida del que sabe que está siendo observado. Me tomó la mano, con el pretexto de mirar mi pulsera, tenia una mano grande y firme en la que se desvanecía mi pulso. Hicieron falta cinco minutos para darme cuenta de que era el hombre de mi vida. Y dos minutos más para saber que también el de otra. Se sentó a nuestro lado, parecía agradable. Son esas situaciones en las que sabes lo que va a suceder, en las que odias que la vida te ponga buenas personas a las que herir, y malas personas que te hieran, siempre y no al revés. Pagué mi copa entre aquel gran grupo de gente mientras me despedía de ambos sin dejar de mirarlo.

- Discúlpame- le dije a ella
- ¿Por qué?- sonrió

La dejé confundida con una sonrisa torcida, y me marché.
Era demasiado temprano para que entendiese que se lo iba a arrebatar, pero una mujer sabe cuando otra representa una amenaza. Y yo lo era.
A veces hay que ser egoísta, es el precio de envolver tu sueño con terciopelo púrpura.

Cristina González

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