sábado, 31 de mayo de 2014

Morfeo y yo



Te he enseñado mi cielo más azul. Mis hojas más verdes. Mi sonrisa más abierta. Mis ojos más brillantes. Mi risa más sonora. Mi miedo más grande. Mi duda más incierta. Mi pasión más oculta. Mi carácter más fuerte. Mi punto más débil.
Lo he hecho, y ahora, sentada en los escalones de la entrada, cae el sol, del mismo modo que cayeron nuestras barreras. Cae, y pienso en la espera. No estoy ansiosa, no tengo miedo. Me he dejado fluir en ti, y a estas alturas ya queda todo dicho así que sea cual fuere el resultado, será merecido. Te he mostrado lo que soy y de qué me compongo, no hay más. Por haber, hay más en ti. Pero no importa si pierdes la batalla cuando la lucha final siempre es el duelo con nosotros mismos.
Me incorporo y enciendo la luz, cierro la puerta y una brisa cálida entra justo detrás de mí. Sonrío lánguidamente. El verano está llegando, y sabemos lo que eso significa. Me quito tu camiseta y la dejo sobre la silla. Me acurruco en la cama y ahí está. Tu olor impregnado en mi piel aún no se ha marchado. Cierro los ojos, dormir... ese momento en que nuestra mente nos deja ser nosotros mismos, vivir nuestra propia historia. Vuelvo a sonreír. Nunca tuve tantas ganas de soñar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario